miércoles, 28 de diciembre de 2016

RELATO: Elsa Lorences de Llaneza LA INOCENCIA DE LOS NIÑOS

LA INOCENCIA DE LOS NIÑOS
Todo lo escrito a continuación es rigurosamente cierto

   Mi infancia se caracterizó por unas Navidades inolvidables. Mi padre, que me está esperando allí donde nos vamos a encontrar todos, era el pilar y el artífice de hacer que esas reuniones fuesen maravillosas. Cuando me casé las fiestas se empezaron a realizar en mi casa ya que mi padre me delegó la tarea.
  Llegar a la Navidad era el mejor regalo que Dios podía darme: Pesebre, regalos, árbol, guitarras, bombos, disfraces y las representaciones que hacíamos cada familia presente, llenaba mi casa de alegrías que se prolongaban hasta las seis de la mañana. Luego con la desaparición de mis padres y de mi queridísima comadre Perla, fueron cambiando las costumbres.
Cuando nació mi primera nieta Natalia, hace 21 años, se me ocurrió comprarme un traje de Papá Noel. Recuerdo que me salió caro, muy caro, pero sin saberlo, fue el mejor dinero gastado de mi vida.
  Natalia se dio cuenta enseguida, a los tres añitos, que ese Papá Noel que entraba en su casa era su abuela. Recuerdo el último año de ese dulce engaño, cuando después de repartir los regalitos y retirarme, al cerrar la puerta del departamento, escuché su voz que decía: Y la abuela Eta (le costaba todavía pronunciar Elsa) por qué se fue?  Grandes carcajadas de todos los reunidos y el maravilloso abrazo de un Papá Noel que se despedía y volvía a ser abuela.
   ¿Y ahora qué? Me pregunté. Mucho gasto pero poco uso. Entonces resolví que todos los años iba a usar mi traje para llevar la alegría de los regalos a los chicos abandonados, o enfermos y a la misma Cáritas Parroquial, donde mis ojos, detrás de una máscara, podían ver, sin que me conocieran los ojitos iluminados de los chicos, la alegría y la inocencia de los niños al recibir sus presentes.
 Así durante 15 años  aproximadamente. Cuando vi que la máscara ya estaba raída decidí regalar el traje y jubilarme. Es ahí cuando se anuncia Delfina, mi segunda nieta que en el presente cuenta con 4 añitos. Entonces me propuse volver a empezar. Compré otra máscara y durante 3 años, escondí debajo de ella la emoción de ver sus ojitos cuando recibía sus regalos.
  Por supuesto era un gran dispositivo de toda la familia distraerla para que yo me pudiese vestir, salir por la puerta del departamento y volver a entrar con el Jo. Jo. Jo en la boca y la campanita sonando descaradamente, tal vez despertando a algún vecino que nunca disfrutó de una buena Navidad.
   Este año 2016 Mientras repartía los regalitos, miraba a Delfina que estaba rara. Miraba mucho mis zapatos y me miraba fijo a los ojos, como que quisiera meterse en ellos hasta mi alma. Mi hijo Javier le dijo que yo estaba en el baño descompuesta.
Cuando terminé la repartija, se movilizó la familia para que yo me fuera y volviera a entrar, cambiarme y salir del baño como si realmente hubiera estado mal.
Me senté en una silla y la llamé:
-Delfina ¿Ya vino Papá Noel? Le pregunté con cara de inocente
-Si abuela - me contestó.
-¿Y que te trajo?  Volví a preguntar.
- El maletín de la doctora Juguete que yo quería.

Tal vez tendría que haberlo dejado ahí pero yo deseaba averiguar el por qué de esa mirada inquisidora y seguí el diálogo.   –Ah, qué lástima que yo estaba con dolor de panza y no lo pude ver. Contame ¿Cómo era?
  ¡Hay abuela era como vos! Contestó con esa carita y esos ademanes de persona mayor. Tenía tus ojos y tus mismos zapatos. Se ve que los compra en el mismo lugar.
  -¿No me digas? Pregunté tratando de reprimir la risa.
- Sí abuela ¡PAPÁ NOEL SE DISFRAZÓ DE VOS!

                                                                  FIN

                                                   Elsa Lorences de Llaneza
                                                 elsalorences@yahoo.com.ar
 

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