viernes, 25 de marzo de 2016

POEMA: Eduardo Martínez Zendejas. NOCHE DE COZUMEL (MÉJICO)


NOCHE DE COZUMEL

En el teatro inclemente de la noche
la selva se extiende embriagadora,
los murmullos invaden la espesura
y mil perfumes inundan el ambiente,
e impregnan a la brisa que inocente
en su núbil encanto, se estremece.

Un cortejo encantado  
borda de lentejuela la negrura,
en festiva procesión
titila el escenario ante el paso
majestuoso como errante,
de miríadas de luciérnagas danzantes,
muy ceñida hacia mí, en ectopia insana,
se muestra mi tristeza en el momento.

Pálida, muda, solemne, encantadora,
haciendo un canto prolongado del silencio
en esta noche embrujada, donde el verdor
confundido sin remedio  con la nada,
invitan presurosos a la fiesta,
y así, la musa en un acto solemne,
toca mi corazón y mi cabeza
y renace en este fantasmal ambiente,
la inspiración que vive en mi tristeza.

Allá al fondo del tablero
con que adorno mi noche enfebrecida,
ya vislumbro transparente,  bella y quieta,
singular senda florecida
por la que marcha la silueta amada
de mi adorada, poseedora toda,
de este mi amor y del mágico yugo de mi entraña.

Una luna azulada e infinita
escancia por el cielo su albo encanto,
y proyecta sin querer sobre la arena,
nuestras sombras detrás de nuestros pasos,
y en el juego sutil de luz y sombra
estas eran amantes que volaban,
rosando tímidas sus dedos y sus manos
nuestras sombras, en la arena desgranada.

Y del amor hacían soneto,
y de la arena, mágica pista
circundada por la noche y al final, la nada,
a lo lejos se oían los ladridos de los perros a la luna,
a esa luna sutil y enamorada; y por Selene, mágica hechicera,
era el lóbrego cantar de mil chirridos,
que le ofrecían sin parar las ranas.

Y de pronto sentí frío,  
era el frío mortal que había en mi alcoba,
este se regodeaba en mi aposento
al no sentir el calor que tu cuerpo le otorgaba,
y tus mejillas, también tus sienes
y tus manos adoradas,
y en el ingenuo juego de las sombras
danzando caprichosas al compás del viento,
ellas flotando, se tocan, y se alargan
y en mágicas espirales se elevan al cielo.

Eduardo Martínez Zendejas

Hermoso el lugar donde vives Eduardo! Ojalá puedas vivir allí una larga, larga vida amigo.

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